¿Qué son las emociones?
Las emociones son mecanismos antiguos de supervivencia. Desde tiempos prehistóricos, señalan al cuerpo que algo importante está ocurriendo. Existen ocho emociones básicas: amor, miedo, felicidad, ira, tristeza, sorpresa, vergüenza y asco. Todas las demás son variaciones o combinaciones de estas.
El cerebro reacciona con más fuerza a las emociones negativas porque indican peligro. Esto explica por qué es más fácil sentir miedo o ansiedad que gratitud o calma. El problema es que los disparadores emocionales cambiaron: el miedo, que antes salvaba vidas en medio de la selva, hoy puede surgir por un correo de cobro o un pensamiento catastrófico sobre el futuro.
¿Cómo se activan las emociones?
Se disparan por distintos tipos de estímulos, como:
- Sonidos: la música puede emocionarnos, y un estruendo puede provocar miedo intenso.
- Palabras: el tono y el contenido tienen gran impacto emocional.
- Imágenes: ver una muestra de cariño o de violencia puede generar una reacción inmediata.
- Toques: una caricia o una bofetada activan distintos circuitos emocionales.
- Pensamientos: llamados “disparadores racionales”, tienen gran peso.
- Olores: pueden despertar recuerdos y emociones olvidadas.
Todo esto está relacionado con patrones de ondas y frecuencias: sonido, luz, electricidad cerebral e incluso vibraciones electromagnéticas —como las emitidas por los celulares— pueden influir en nuestro estado emocional.
El experimento de “Little Albert”
Un clásico de la psicología muestra cómo asociamos estímulos emocionales: un bebé llamado Albert fue condicionado para temer a los ratones al asociar la imagen del animal con un sonido fuerte y aterrador. El experimento ilustra cómo aprendemos, incluso sin darnos cuenta, a sentir miedo de cosas aparentemente neutras.
¿Y la conciencia?
La conciencia es el estado de estar atento a lo que ocurre dentro y fuera de uno mismo. Muchas emociones no llegan a la conciencia porque no son lo suficientemente fuertes como para sobresalir —como la parte sumergida de un iceberg—. Sin embargo, siguen actuando, afectando nuestras decisiones, el ánimo e incluso la salud física.
Cuando tomamos conciencia de nuestras emociones, tenemos la oportunidad de actuar sobre ellas y restaurar el equilibrio del cuerpo. Este equilibrio es esencial para que el sistema inmunológico funcione correctamente, y puede verse afectado por emociones reprimidas, estrés constante o desconexión con el cuerpo.
Pensamientos colectivos: ¿estamos todos conectados?
Investigaciones como el Proyecto de Conciencia Global muestran que eventos que afectan a millones de personas (como la muerte de una figura pública) alteran patrones aleatorios en computadoras de todo el mundo. Esto sugiere que nuestras emociones pueden influir en el mundo de manera sutil pero medible.
Incluso los animales parecen captar estos cambios: huyen instintivamente antes de terremotos o tormentas, quizá percibiendo vibraciones que nosotros ignoramos.
Sentir es vivir, pero percibir es transformar
Las emociones son parte de quienes somos — negarlas es negar la vida. Pero desarrollar conciencia emocional nos permite usar las emociones a nuestro favor. Cuando comprendemos de dónde vienen, por qué surgen y cómo nos afectan, abrimos un camino hacia la sanación, el equilibrio y la salud integral.
¿Has logrado reconocer lo que sientes — o solo lo percibís cuando la emoción ya se transformó en dolor físico o mental?



